No sé cómo he podido estar tanto tiempo sin conocer esta estupenda versión de La Odisea del cantautor Javier Krahe. Y encima con un montaje de lo más acertado, confeccionado ni más ni menos que por
Antonio Parra (sí, el mismo que organiza
olimpiadas en Santa Pola) hace tres años. Es imperdonable no haberlo encontrado antes. Gracias, Antonio.
COMO ULISES
No sé cual es más bella,
si la mar, la vela o la estrella,
y las tengo al navegar,
las tengo al navegar,
las tengo al navegar,
la estrella, la vela y la mar.
Yo, como Ulises, he sido
de Penélope el marido,
y me alejé de esa joya
por unirme a Agamenón,
que iba a la guerra de Troya,
me pedía el cuerpo acción.
Y tuve acción, tuve guerra,
ríos de sangre por tierra,
y, entre hecatombes y vino,
Aquiles, casi divino.
Y el mejor de mis engaños:
un caballo de madera.
Y Aquiles que desepera
y muere. Fueron diez años.
Y me volví para casa,
puse de Ítaca el rumbo,
y ya sabéis lo que pasa,
dando un tumbo y otro tumbo.
Y, ¿qué queréis que uno haga
si al primer tumbo me tumbo
en el lecho de una maga?
Baste deciros que tanto
de Calipso fue el encanto
que me acosté en aquel lecho
un par de años, quizá tres,
y siempre estaba deshecho.
Pero el tiempo es como es.
Y rompe el encanto un día,
y sigues tu travesía,
resistes a duras penas
cánticos de las sirenas,
y visitas el infierno,
donde Aquiles y tu madre,
aunque Cerbero les ladre,
tienen frío y es eterno.
Y otra vez de vuelta a casa,
otra vez de Ítaca al rumbo,
y ya sabéis lo que pasa:
doy un tumbo y otro tumbo
y, otra vez mi suerte aciaga,
y, esta vez casi sucumbo
en el lecho de otra maga.
Circe de turbio recuerdo
me quería para cerdo.
Lo fueron mis camaradas,
a mí me salvó algún dios.
Y le afeé sus cerdadas:
que te zurzan, Circe, adiós.
Y, al mar, me dicta mi instinto,
al mar, que es un laberinto.
Y sopla un viento contrario
y doy con un sanguinario
cíclope vil, Polifemo.
Aunque me tuvo a su antojo
era un borracho y un memo.
Le clavé un palo en el ojo.
Nadie, gritaba, me ciega,
Nadie, gritaba acusica.
Con Poseidón no se juega
y naufrago hacia Nausica,
linda princesa feacia,
a quién traté en plan colega
con extrema diplomacia.
Y me alojé en el palacio
de su padre, el rey feacio,
y me contaron mi historia
sin saber que yo era yo,
y en un momento de euforia
mi gloria me descubrió:
Señores, sí, soy Ulises,
vuelvo de muchos países,
debo seguir navegando,
Ítaca me está esperando.
Me ofrecieron un navío
y remeros, los mejores.
Y zarpé hacia mis amores,
mi Penélope y el crío.
Ítaca al fin, veinte años,
Ítaca al fin, no son nada,
unos cuantos desengaños
y es el mar agua pasada.
Me disfracé de mendigo:
vi a Penélope casada
con un antiguo enemigo.
Y ahora soy un ex marido,
un ex padre, y he sabido
que guardó un tiempo mi ausencia
bordando que era un primor,
que se agotó su paciencia,
que rompió su bastidor
en uno de sus repentes,
y a uno de los pretendientes
parece ser que le dijo:
"padre serás de mi hijo
y tendremos otros varios;
Ulises, si es que regresa,
se llevará un sorpresa,
me lo dictan mis ovarios".
Y ahora, perdido mi rumbo,
ahora voy adonde sea,
un tumbo doy y otro tumbo
y prosigo mi Odisea
en otras tristes canciones.
Sólo Hermes y Atenea
comparten mis libaciones.
No sé cual es más bella,
si la mar, la vela o la estrella,
y las tengo al navegar,
las tengo al navegar,
las tengo al navegar,
la estrella, la vela y la mar.